No sabés como hacer que las cosas funcionen, pero sabés que si no funcionan vas a quedar destruido, y te vas a sentir el más miserable del planeta, porque pensás que nunca vas a volver a encontrar a alguien que te haga sentir así.
Y te sentás ahí, y la mirás a los ojos, y la escuchás hablar, y lo único que pensás es en cuanto desearías saber realmente qué pasa por su cabeza. Te preguntás si acaso le importás, y si en algún momento piensa en vos así como vos pensás en ella todo el día… todos los días.
No sabés que te pasa; te tiemblan las manos, no te podés concentrar; si hoy la viste o hablaste con ella, no podés dormir pensando en las cosas que hicieron o se dijeron; y si no la viste, las ganas de estar con ella, de escuchar su voz, de sentir su perfume no te dejan ni moverte de la cama.
Te preguntás en todo momento ¿que estará haciendo?, ¿por dónde andará?, ¿con quién estará?, ¿me la cruzaré en la calle?, ¿se tomará este ómnibus?, ¿en qué estará pensando?, ¿acaso en vos?... tal vez sí, aunque probablemente no.
Y otro día más te despertás, y te das cuenta de que otra vez lo primero que pensás es en ella, y en si la vas a ver hoy. Y te reís, y te ponés estúpido. Y no te importa lo que ella haga, ni sus defectos; vos cada día que pasa te volvés más loco, porque todo te recuerda a ella. Su sonrisa te mata, respirás, pero apenas dormís. No importa si pensás en cada palabra que le querés decir, porque sabés que cuando estés ahí no van a salir ni la mitad, y no vas a poder hacerle saber todo lo que te pasa desde que la conociste.
Entonces te frustrás, no sabés que hacer, y se te hace un nudo en la cabeza. Pensás que sos un imbécil, te arrepentís de las cosas que te morías de ganas de decirle y no dijiste. Esperás que de alguna forma te entienda y sepa que no te comportás así porque no te morís por estar con ella, sino porque tenés tanto miedo de no significar para ella lo que ella significa para vos, que no pensás en otra cosa.
Te acostás. Das setecientas vueltas en la cama sin poderte dormir. Entonces te levantás, vas al baño, te mojás la cara. Te mirás al espejo y pensás, ¿seré lo suficientemente bueno para ella? No, ni cerca. Ella se merece lo mejor del mundo. ¿Y eso qué es?, te preguntás. ¿Cómo puedo ser lo que ella espera? Aunque en realidad sabés que lo único que podés hacer es intentar ser vos mismo y esperar que le gustes. Pero no. Porque no te olvides que no podés ser vos mismo frente a ella. Te pone tan nervioso que no podés evitar comportarte como un estúpido.
Entonces te frustrás de nuevo, y te deprimís. Y deseás que aquel momento no haya terminado.
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